La adaptación que me gustó más que el clásico.

Uno de los carteles de la película.

Quizás sea un poco osado, pero me refiero a Grandes Esperanzas, de Charles Dickens, y a su adaptación a la gran pantalla del año 1997, que lleva el mismo título y fue dirigida por Alfonso Cuarón. El libro narra una historia de amor en el marco de la Inglaterra del s XIX, con una enrevesada subtrama de crímenes y secretos.

Pues bien, Cuarón en su película (desde hace mucho tiempo una de mis favoritas), lo que hace es adaptar esa novela a los años 80 y 90. Cambian varios detalles (como que en lugar de situarse en Inglaterra, lo hace en U.S.A), pero su aportación más relevante  fue dotar al protagonista de un "don" que no posee en el libro: dibujar. Finn dibuja desde muy temprana edad dándole a sus obras un toque especial con su particular visión de la realidad. Esto se utiliza, además, como desencadenante de una de las tramas principales de la historia.

En el largometraje se muestran diversos dibujos: un cuaderno de viaje que el niño siempre lleva consigo, las obras de su posterior exposición en Nueva York y algunos dibujos hechos en la calle, así como retratos de su amada. El trabajo es en realidad del artista italiano Francesco Clemente, y a mí me fascina.

Cuaderno que el protagonista pinta cuando es niño.

Pero no sólo me encanta eso de la película a nivel estético; la ambientación es, en mi opinión, maravillosa; y la fotografía, también. En la gran mayoría de las escenas, por no decir en todas, el verde aparece de algún modo en la pantalla, a veces llegando a inundarla. Aparece en la ropa de los protagonistas, de algunos secundarios, en la naturaleza, ciertos decorados... pero lo hace de un modo que no resulta cargante ni forzado, sino bello. Ya sabemos que el verde es el color de la esperanza.

Puede que no pase a la historia del cine o que se una "pastelada", pero yo la recomiendo encarecidamente. En las siguientes imágenes se puede comprobar lo expuesto:

Ana Antón.